El edificio art deco acoge una instalación de ARNE QUINZE, una gigante escultura futurista que contrasta con el decorado art deco del interior. Lo mejor es que los invitados interactuaron con el edificio en el propósito del cierre (la reforma) y se encargaron de romper, demoler y destrozar cualquier cosa que se encontraran.
La instalación (15 kms de fragmentos de madera roja y 40 pantallas) recorre todo el hotel conquistando escaleras, pasillos, habitaciones rompiendo paredes y dando saltos mortales, un flujo de energía que revela el desorden y captura la energía captada en las últimas décadas. Es una fragmentación orgánica que se mantiene en vilo, por un momento, antes de disolverse y convertirse en un patron bien estructurado otra vez.
Uno de esos momentos en los que desearimos se VIP.